domingo, 27 de diciembre de 2009

Retazos IX


La soledad arropaba su cuerpo vestido de arañazos
en una madrugada llena de recuerdos.
Tenía hojas enredadas entre sus rizos sucios
y una cruel sensación de desamparo soplaba dulce en su cuello.

Quizá si fuera de otra manera la cosa iría mejor,
quizá si la vida le hubiese tratado mejor sería de otra manera.
Quizá.

No podía evitar mecer el arrepentimiento entre sus crudos pensamientos,
acabar anclando la inercia de sus tobillos no era la forma en la que había planeado vivir.
Esclava de sus actos, esclava de la vida.

Cada suspiro que profanaban sus labios olía a infidelidad,
a sus mediocres principios, a ella misma, a otros, con otros...
Pero no le importaba o eso quería creer.

Su cigarro desprendía una nebulosa gris en forma de espiral,
tan hipnotizante como molesta.
Se diluía tímida en la habitación,
como su vida entre las cuatro paredes de su mundo.






martes, 3 de noviembre de 2009

Meciendo Esperanzas




El sol era intenso aquella tarde de verano, tanto que profería un picor insoportable. Ana se balanceaba ausente en su mecedora a la sombra de un porche, observando el horizonte. Entre los chirridos de la madera vieja se adivinaban los tropezones ebrios de su hijo, como cada día el hedor del alcohol bailaba por las esquinas.

Ana estaba triste. Sentía que la soledad la invadía y no lo podía evitar. Los rayos de sol se dormían entre su cabello azabache y crespo, pese a la luz, ya no brillaba como antes. La piel de los párpados caía como una cortina sobre sus ojos almendrados, la vejez la estaba devorando. Alzó la vista al techo y suspiró, ya nada le calmaba el tedio, nada consolaba ese desasosiego hambriento que le carcomía el alma. Un balbuceo arrastrado se oía a lo lejos, la voz cascada de su hijo clamaba por algo que no llegaba a entender, era el teléfono. A paso rápido se dirigió al salón, al menos el tiempo no había mermado esa cualidad inusitada para sus años.

Al otro lado del aparato una mujer la saludó cariñosamente. Su hija, a la que tanto añoraba y por la que tanto rezaba cada noche. Lo cierto era que esperaba ansiosa poder pasar unos cuantos meses fuera de su país rodeada de sus nietos, pues serían ellos quienes le arrancarían aquel duro pesar de sus entrañas. Pero aun no tenía respuesta. Al colgar, un doloroso vacío invadió su estómago, las lágrimas brotaban tímidas acariciando su tez morena.

Ana se sentó de nuevo en su mecedora, con la amarga sensación de que su fe se marchitaba y la muerte soplaba en su nuca.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Lawrence


Lawrence olía como un puñado de tierra mojada. Acongojaba mis sentidos con su respiración acelerada y me hacía soñar mucho más allá de lo imposible. Acostumbraba a susurrarme versos olvidados al oído que hacían bailar a mi alma podrida de amor. Cada noche visitaba mi alcoba sediento de pasión. Durante horas me entregaba a él mientras florecía en mí esa faceta pervertida que todo el mundo guarda avergonzado en sus bolsillos. Nos sumíamos en una melodía de suspiros y algo más, me hacía sentir viva.

La tormenta rugía aquella madrugada. Lawrence vino encendido en cólera, casi podía palparse: rubicunda, agresiva... tan descontrolada que ni mis besos la calmaban. Clavó enfurecido sus uñas en mis caderas, en el interior de mi vientre una estaca candente de sueños rotos y de pronto me sobrevino una intensa sensación, la sensación de quien queda condenado. Su ira se durmió entre mis piernas mientras en mi cabeza aun resonaban los ecos de mis ruegos desesperados. La llama nerviosa de una vela desvió mi atención hacia la ventana, observé a través de ella la necrópolis familiar, abrazada por las verjas oxidadas. Un relámpago rasgó el cielo, y con él mi cordura.

Aquella madrugada, más que nunca, Lawrence olía a tierra mojada.

jueves, 15 de octubre de 2009

Perplejidad




El atardecer se dibujaba anaranjado sobre un lienzo de nubes. El calor remitía cobarde mientras una explosión de mariposas revoloteaba inquieta sobre las camelias del jardín, y se enredaban con el turbado pensamiento de Emilie, que se elevaba sobre el baile ahogado de las cucharas y las tazas de té.

Aun le retumbaban en los oídos aquellas ásperas palabras, ¿Que su marido le era infiel? ¿Y con su propia hermana? Debía tratarse de una broma. Un cacareo clamoroso y constante le sacó a empujones de su ensimismamiento, aquel grupo de mujeres reía histérico sobre los chismes más jugosos, y a ella le dolía pensar que una dama de su posición había quedado al nivel de aquella insulsa palabrería. Con la elegante excusa de una terrible jaqueca consiguió dar por terminada la reunión pues había comenzado a ser tan eterna como dañina.

Ante unas cuantas horas de expectante soledad se entregó a la lectura. Sus labios estaban apunto de besar su taza de té cuando el ruido sordo de las llaves rompió el silencio de la sala, alzó la vista y se encontró con los reos culpables de su vergüenza, que entre sonrisas delataban su falta. La fuerza se escapó de sus dedos, dejando caer la taza al suelo ante la mirada ineludible del devenir, en apenas dos segundos sus intenciones se habían posado sobre el segundo cajón del aparador, que incubaba la tarjeta del mejor abogado del país y un arma llena de odio.


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Cabe decir al respecto, que este relato a parte de no ser de mis favoritos, forma parte de un ejercicio que me mandaron en el taller de literatura en el que estoy apuntada.
Me sentí un poco a lo Jane Austen de lo macabro escribiendo este cuento,
pero últimamente tengo tan poco tiempo
ue no puedo dedicarme a escribir nada específico para el blog,
os pido disculpas por ello.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Fragmentos II



El frío se colaba airoso por la rendija mal cerrada de la ventana,
aquel repentino aliento de invierno se había cernido sin previo aviso sobre la ciudad,
dejando a más de uno con un extraño sabor a inquietud.
Las gotas de la lluvia inminente golpeaban con furia en el aparato de aire acondicionado del vecino,
creando una melodía casi perfecta de pensamientos y susurros.

Una figura distorsionada entre las sombras pegó la nariz al cristal,
el vaho empañaba divertido aquel lienzo transparente,
creando un halo ridículo de vida, una témpera de oxígeno muerto
perfecta para dibujar con el dedo,
que al tacto, se estremecía por la sensación de gelidez
mientras un escalofrío azotaba aquel cuerpo agotado.

Un atisbo de recuerdos atravesó su materia gris,
entumecida por los años de aislamiento voluntario.
Apenas quedaba un reducto de sus facultades sociales,
el habla había quedado relegada al olvido, el trato humano era pura ceniza.
Sin embargo había algo en todo aquello que se le hacía agradable,
obviamente no era su agorafobia, era un tacto fingido a algodón y a terciopelo,
la certeza de que ya nada le afectaba,
de que todo quedaba entre esas cuatro paredes y su persona:
la humanidad ya no podía herirle el alma.

Lleno de orgullo alzó la vista y borró el vaho con la manga del jersey,
la victoria tenía un leve olor a almizcle y caramelo.



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He vuelto, al fin.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Retazos X


La madrugada se tornaba inquieta,
aquel baile desquiciado con las sábanas evocaba una lucha imposible contra el tiempo que pasaba,
contra el minutero airoso que se ceñía al metal de una aguja pasmada por la falta de sustento
y que un alma en pena, en sus anhelos, quería retener.

¡Qué lastimoso cantar...!

Mientras aquella figura destartalada y triste parpadeaba bostezos,
el amanecer asomaba despiadado en el mentiroso horizonte,
susurraba promesas al viento sedentario,
promesas que no iba a cumplir.

viernes, 31 de julio de 2009

Retazos IX


La lluvia caía estrepitosa sobre su rostro palpitante,
las heridas estaban abiertas y sangraban apabullantes...
El color carmesí gritaba escandaloso el amanecer de la desgracia,
estaba siempre tan presente que hasta se aprendía a ignorarla.

No lo vio venir, no porque tenía una confianza ciega en la humanidad,
era de esas personas que creían en un álito de bondad inexplicable.
No importaba cuantos delitos cometiese el hombre,
no importaba cuán crueles fuesen sus actos...
en lo más profundo de su alma,
siempre quedaría un pedacito de benevolencia.

Comprendió demasiado tarde que eso eran tan solo falacias,
mentiras piadosas que una misma se contaba para poder dormir por las noches.
Un sentimiento triste y doloroso le sobrevino...
No podía ser...
No, no, no...

Tenía las rodillas clavadas en el duro asfalto,
escamadas del roce desventurado que le provocaba el arrastre...
Los charcos de agua que había bajo ellas se teñían de un leve albor rubicundo,
del suspiro desesperado de quien no puede volverse a levantar.

Alzó triste la mirada, las gotas de lluvia caían despiadadas...
limpiaban violentas la suciedad que le cubría y se juntaban con las lágrimas que,
de vez en cuando, enjugaba resignada.

No, no, no...
No podía ser...


Un golpe seco rompió la tranquilidad de la madrugada,
su cuerpo inerte y delicado cayó con fuerza al suelo
golpeando su cabecita idefensa contra lo inevitable.
Sus cabellos, enredados, hondearon por última vez con el viento.
La muerte lamía obscena sus talones,
un temblor azotada sus dedos de porcelana...

No, no, no...
-Susurraba-


No podía ser.




martes, 28 de julio de 2009

El espectáculo va a comenzar



Estimadas presencias,
tras varios días de silencio aprovecho para comunicar a vuestras almas inquietas
que toda ausencia tiene un por qué,
la apertura de un nuevo blog.
Me atrevería a decir que es mi cara más gamberra,
de ahí la ambientación que encontraréis en él.

Es pertinente avisar que no tendrá nada que ver con este espacio de experimentos literarios,
pues la seriedad, en cierta manera,
brillará por su ausencia
y daré rienda libre a la locura que caracteriza a mi perturbada mente.


Os invito pues a disfrutar del espectáculo...



¡¡Pasen y Vean!!


martes, 14 de julio de 2009

Fragmentos I


Era domingo, olía a invierno en las aceras y el gélido viento acariciaba vehemente las mejillas de los pocos transeúntes que habían reunido el valor para salir. Si te esforzabas, casi podías oír al frío colarse tímidamente por las aperturas carcomidas de la ventana... y si cerrabas los ojos...si los cerrabas con fuerza podías tocar el desánimo, el desaliento humano, la vida marchita de unos cuantos.

Una figura de aspecto desmarañado teñía con su mirada las calles de melancolía, emitió un profundo suspiro y pegó su rostro al cristal pintándolo con el denso vaho que salía de su nariz. Sin duda era uno de aquellos días que incitaban al pensamiento fúnebre, catastrófico... al pensar frenético que repasaba los errores imperdonables, las alegrías pasadas y ante todo, las desgracias.
A menudo le decían que se le había apagado la luz de la mirada, y aunque nunca llegó a comprender del todo qué querían decirle con eso se sentía ligeramente ligado a esa descripción. Sus dedos paseaban nerviosos por el lienzo vidrioso, dibujando trazos distraídos escribió la palabra anhelo. Claro, aquello era lo que le encogía el corazón cada mañana al despertar desde hacía mucho tiempo. Molesto por la traición del subconsciente se alejó de la ventana y dirigió sus pasos apresurados a la cocina, donde una tetera chillaba escandalizada. Una buena taza de té tendría que sacudir el frío de sus huesos.






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La imagen la saqué de aquí aunque no sé muy bien de quién es.

miércoles, 8 de julio de 2009

Pensamientos I




Es desdén eso que resbalaba por tus caderas,
rabia incontenida lo que sella tus labios podridos.
Es quizá, indiferencia eso que predica tu mirada de alma pétrea...
O puede que sea maldad lo que destilan tus palabras.

No sé...
Qué puede ser aquello que perfila tus suspiros,
cargados de un desaire dañino que araña mi sueños de citrino.
No sé si podré seguir respirando
ese fuego maldito que abrasa mis anhelos.
Un harén de destellos malvados es lo que mandan los recuerdos del pasado,
una orgía de gemidos fatuos lo que mata ese no sé qué que creí tener entre los dedos.

No sé...
Si habrá un mañana o un después.
No sé ni quiero saber.
Qué es eso que palpita entre los gritos del ayer...
Suena a cráneos rotos
a la espesura tímida de algo que no se debió romper.




martes, 7 de julio de 2009

Retazos VIII



La rabia arrancaba desde lo más hondo de sus entrañas...
pujaba por salir entre alaridos y desgarros


mientras las lágrimas amargas brotaban a borbotones por sus lindos ojos ambarinos.

"Una vez lo tuve todo" se decía entre balbuceos tristes,
"Y no volverá"
El llanto clamaba un fin deleznable para ella,
entre hipidos y ahogos intentaba alcanzar algo que se había esfumado desde hacía mucho tiempo.
Besaba el suelo con su pálida piel, en una incómoda posición fetal
que bien podría recordar a una criatura del Diablo sumergida en formol.
El camisón estaba tan desgastado que se podían adivinar sin esfuerzos
unos pechos voluptuosos y unas curvas dulces y delicadas.

Lo tuvo todo sí, pero como el humo gris de una colilla mal apagada se diluyó
entre las esquinas, empujado por el viento, conviriténdose en la anodina nada que tanto le asustaba.

El perturbador silencio de pronto acompañó la estancia,
la respiración contundente y exajerada que resquebrajaba el alma ya no sonaba.
Miraba perturbada al infinito, como si el último matiz de su cordura
hubiese abandonado su ecléctico cuerpo de ondina.
Con la decisión de un autómata asió con fuerza un cuchillo viejo,
con el mango de madera desgastada por el tiempo,
cerró sus ojos de savia y dibujó a tientas lo que condenaría su espíritu.


Pasaron las horas lentas, tortuosas...y los minutos fueron testigos de aquel
charco carmesí que se formaba en torno a ella.
Sus ojos tristes dejaban escapar unas tímidas lágrimas,
quizá de perdón, quizá de arrepentimiento...
que se mezclaban ávidas con su rubicunda inmundicia.


Un gemido apagado y la sorda nada.





miércoles, 1 de julio de 2009

Retazos VII



Era una mañana de otoño más fría de lo normal, el manto crujiente de hojas
se extendía como una pandemia y el sol había dejado de atosigar a la cansada humanidad.

Había quien tuvo que echar mano obligada a una manta en medio de la madrugada,
atrás quedaron aquellas noches agobiantes envueltas en sudor.
Sin embargo, había algo en todo aquello que se le antojaba inquietante,
olía a muerte por los rincones.

Un tímido vientecillo se colaba por los marcos derruidos de las ventanas,
mientras el penetrante olor del café inundaba ya los pasillos del edificio,
los despertadores chillaban incontrolados,
el dulzón aroma de la mermelada en una tostada con mantequilla lamía cada recodo de la escalera.
A menudo, en esos momentos de fingida paz, cerraba los ojos con fuerza
y aspiraba, reteniendo la bocanada de aire en sus pulmones
carcomidos por la nicotina, saboreando el desayuno de lo predecible.
Pronto las puertas comenzarían a abrirse practicamente a la vez,
los gritos de los niños retumbarían por los pasillos,
las caras cansadas de los padres se reflejarían en el impoluto mármol del suelo...
Los deseos suicidas se elevarían incontrolables.


Resonó el ruido seco de la cerradura,
cediendo ante la obscena llave que urgaba en sus entrañas,
un olor a rancio salió despedido hacia su rostro,
provocando una mueca de desagrado y reproche,
tintando sus ojos castaños de una irremediable preocupación filial.
La voz tan honda y masculina que siempre le había caracterizado rompió el silencio,
cruel se disipó a todas direcciones, pero nunca hubo respuesta.
Dirijió sus pasos disfrazados hacia el cuarto de su madre,
le había dicho treinta veces que ventilara aquel cuchitril.

Con cierto sigilo inusitado susurraba a la oscuridad de la habitación,
empujó la puerta con cuidado y ocurrió.
Una parálisis total de los sentidos, un doloroso cosquilleo de pies a cabeza,
incluso le entumeció los dedos de las manos, las piernas cedieron...
Hincó las rodillas en aquella moqueta vieja y apestosa que tanto había rogado
a su madre que tirara, sus ojos se hacían más y más grandes...
rebasando sus posibilidades.
Y surgió...

El llanto, el llanto desesperado, la incomprensión escapaba entre sus dedos,
un enrevesado nudo amenazaba con ahogarle pronto...
Sentía como si mil flores venenosas se expandieran en su estómago...
arrasando con todo lo que pudiera haber dentro.
Reaccionó, tras dos minutos de shock lo hizo, y se abalanzó agónico hacia el cuerpo inerte
de quien le dio la vida hacía 27 años.

Estaba fría, demasiado, pálida como una muñeca de porcelana,
sumando los trazos de sus rasgos arrugados
apareció una expresión entre la paz y la pena,
como si de pronto, hubiese tenido una reveladora visión
que le había costado exalar triste su último aliento.

El gimoteo de un niño en el cuerpo de un hombre reinaba la habitación,
pronto encontraría el coraje para llamar a la ambulancia.






A lo lejos se oían los lamentos naranjas,
sentía que se le iba a desgarrar el alma...
su esperanza quebrada, su amor marchito...
sentía que, poco a poco, algo se perdía dentro de él.






Las sirenas, las camillas, el ajetreo y de nuevo...

el condenado silencio.


sábado, 27 de junio de 2009

Retazos VI



El ambiente a cada momento iba haciéndose más pesado, el aliento insistente del sol había calentado la estancia hasta tal punto que, cuando cayó la noche, incluso las sábanas desprendían calor.

Una mujer reinaba ante aquel silencio imperturbado,
el camisón de raso blanco y encaje dibujaba su silueta de diosa quebrada,
sus rizos caían sinuosos por su espalda semi descubierta, acariciándola tímidamente,
escondiendo las cicatrices fingidas de su mente juguetona.

Tenía unos ojos grandes, tan expresivos que casi susurraban a voces sus más peligrosos secretos,
sabía que eran su punto débil, pero hasta cierto punto le gustaba.
El golpe seco de los nudillos contra la puerta blindada rompieron el sosiego nocturno,
la compañía humana era incómoda cuando tan solo se quería disfrutar de la soledad,
una bendición cuando la piel ardía tanto como las paredes.

El alcohol empapaba el áspero sentir de la madrugada,
calamaba la sed, delataba la perversión.
Si alguna vez quiso jugar a aquello en realidad, nunca lo supo,
pero tampoco hubo demasiado tiempo para el arrepentimiento absurdo.

Carreras de besos, lucha de cuerpos,
el beber desenfrenado de un nuevo veneno.
Los gritos, el silencio, el rasgar de la carne,
la sangre de un accidente, los gemidos indecentes,
gargantas rotas, palabras ahogadas, tórridos suspiros
entre sábanas profanadas...





Y de nuevo, el silencio.


jueves, 25 de junio de 2009

Retazos V


Las paredes derramaban apatía...
Una figura ahogada por sus pensamientos cabilaba cabizbaja ante tan vacua situación...
nunca llegó a creerse que podría acabar en un punto tan exasperante,
con la única y desagradable compañía de la melodía de un ventilador
a punto de quebrar.

Las gotas de sudor resbalaban rutinarias por las curvas de su cansado cuerpo,
incluso los suspiros delataban cierto matiz desesperado,
por huir, por salir corriendo sin rumbo...
quizá por caer y despeñarse en aquel acantilado de susurros.

Alzó la mirada, triste, melancólica, rabiosa...
con fuerza chocó su cabeza contra la pared, airada, furiosa.
Notaba como aquel nudo dichoso pujaba por salir de su garganta al exterior...
quería gritar, escupir el veneno que la mataba, disparar palabras...

Pero el silencio besó sus labios rotos,
las sombras envolvieron su contorno difuminado
dejando, de nuevo, la voluntad inerte.



La botella de vino, a dos tragos de morir,
reflejaba sinuosa la luz de una farola al borde del desmayo.
En su verde boca guardaba todos los secretos que ella no deseaba revelar...
Una mano fría pendía a su lado,
entre sus dedos escapaba, a escondidas, el último despertar.


domingo, 21 de junio de 2009

Retazos IV



El calor era abrumador aquella madrugada. Casi podía asir los rayos rezagados del sol,
parecían haberse quedado escondidos entre las esquinas de la destartalada habitación.
Las gotas de sudor salado copaban sus delicadas clavículas,
tan blancas como un invierno desconsolado,
casi podía verse la luna reflejada en ellas.

Su mirada era un extraño aliño entre el desconsuelo y la esperanza,
quien la conocía sabía que de lo último apenas quedaba un suspiro,
pero era bonito creer que los malos sentimientos podían
desdibujarse con la ingenuidad del desconocido.

Hacía ya muchas noches que no lloraba ante su reflejo,
las lágrimas habían tocado a su fin, quizá las precediera la sangre...
quizá aun le quedasen fuerzas para derramar su amargo óbito,
escurriendo leve y áspero
por sus destrozados lagrimales rubicundos.



De pronto, el chasquido indiscutible de un espejo al caer,
la mirada asustada de una mujer al borde de la locura
y la guadaña de lo inevitable.




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Imagen: Furiae

domingo, 14 de junio de 2009

Retazos III



Una pesada brisa de verano acosaba a la ciudad con un calor que no le correspondía aun azotaba malvada, aquí y allí, las ramas de un maltratado árbol y la enmarañada cabellera de quien osaba interponerse entre él y la eternidad.

El verano apenas acababa de empezar y resultaba, a todas vistas, demasiado sofocante como para ser verdad. Era tan denso, que prácticamente podías acariciar el bochorno con la yema sudada de los dedos.
El traqueteo incesante de los abanicos de madera inundaba el agonizante ambiente de los parques, que con su “clack clack” aumentaban la sensación de locura.

Pero la lluvia cayó, cayó durante todo un día, fresca, salvadora...invencible.

Había quien le imploraba que se llevase todos sus problemas, que limpiase sus almas, que aliviase sus penas…pero tan solo refrescó la piel ardiente de quien paseaba y asustó a alguno que otro con sus truenos enfadados. No la culpaban, después de todo, la lluvia no era quien debía purgar sus inquietudes.

viernes, 12 de junio de 2009

Retazos II



Los lamentos se escurrían por las paredes aquella noche de otoño. Un pequeño haz de luz iluminaba tímido la estancia, dibujando el contorno lúgubre de una mujer que teñía el mirar ajeno de melancolía... pero ella era así, lánguida en costumbres... y apenas media sonrisa se insinuaba en sus labios de terciopelo.

Acostumbraba a pasar las horas sola entre el silencio, acompañada únicamente del pesar que la envolvía. De vez en cuando, se asomaba a la ventana para demostrarle al mundo que la vida aún no le había vencido... Sin embargo su alma se ahogaba en el turbio traqueteo del respirar, su voz no emanaba la sinfonía de la victoria...desde hacía un largo tiempo sabía que su voluntad se había subyugado al fatuo destino que le ataba de pies y manos, la muerte dulcificada sellaba sus deseos con un beso quejumbroso de intenso sabor a metal.

miércoles, 10 de junio de 2009

Retazos I


Se encontraba allí postrado, en medio de esa carretera solitaria...con los ojos llenos de lágrimas y el miedo atando sus zapatos.

Sólo...con la oscuridad de una noche acelerada y las nubes cubriendo la lunática luz de la madrugada. Ni siquiera se adivinaba el ruido estridente de un motor averiado acercándose...tan solo un par de pensamientos tristes y el gemido sordo de un alma a punto de morir.


Quizá en otro tiempo habría sido feliz, habría podido disfrutar del olor embriagador del café una mañana cualquiera...preparándose para vivir, paladeando tímido los dulces albores de la ilusión.
Quizá en otro tiempo, sí...
Pero hoy le tocaba morir...o eso le susurraba el viento.

martes, 9 de junio de 2009

Bienvenidos


Dicen de las almas perdidas...que vagan entre la espesa oscuridad
buscando el consuelo desesperado de la soledad,
para así, refugiarse de los rencores de la cruel humanidad.
Atormentadas, se acurrucan en las esquinas...
abrazadas por la leve penumbra,
que las arrulla hasta que alcanzan su letargo.

Sollozan asustadas, ahogándose con sus lágrimas saladas...
que se funden culpables con el riachuelo de un bosque condenado.
Los silencios eternos las amarran con cadenas
a las dudas, los amargos recuerdos y los deseos extraviados,
que deambulan a placer como enredaderas envenenadas.

A veces, agónicas, alzan sus manos difuminadas...
que saliendo a la búsqueda de ayuda,
topan con cientos de suspiros inacabados,
con una maraña de sueños rotos...
con el viscoso rescoldo de un montón de corazones podridos.

El viento silba la dulce melodía de una lluvia purificadora,
las nubes se enfundan en su traje de luto para purgar las penas de otros,
de los injuriados, de los herejes condenados.

Bajo la tierra húmeda, susurran los gusanos...
que hambrientos, devoran ávidos el tiempo...
Haciendo su menester por decadente desidia...
arrebatan las horas huidizas si cabe más a prisa...

Amenaza los cielos el escarlata del amanecer,
...rubicundo se abre paso...
y aparece, sobre las hojas, la impía hiel...


Bienvenidos pues, a otro día cruel...