viernes, 31 de julio de 2009

Retazos IX


La lluvia caía estrepitosa sobre su rostro palpitante,
las heridas estaban abiertas y sangraban apabullantes...
El color carmesí gritaba escandaloso el amanecer de la desgracia,
estaba siempre tan presente que hasta se aprendía a ignorarla.

No lo vio venir, no porque tenía una confianza ciega en la humanidad,
era de esas personas que creían en un álito de bondad inexplicable.
No importaba cuantos delitos cometiese el hombre,
no importaba cuán crueles fuesen sus actos...
en lo más profundo de su alma,
siempre quedaría un pedacito de benevolencia.

Comprendió demasiado tarde que eso eran tan solo falacias,
mentiras piadosas que una misma se contaba para poder dormir por las noches.
Un sentimiento triste y doloroso le sobrevino...
No podía ser...
No, no, no...

Tenía las rodillas clavadas en el duro asfalto,
escamadas del roce desventurado que le provocaba el arrastre...
Los charcos de agua que había bajo ellas se teñían de un leve albor rubicundo,
del suspiro desesperado de quien no puede volverse a levantar.

Alzó triste la mirada, las gotas de lluvia caían despiadadas...
limpiaban violentas la suciedad que le cubría y se juntaban con las lágrimas que,
de vez en cuando, enjugaba resignada.

No, no, no...
No podía ser...


Un golpe seco rompió la tranquilidad de la madrugada,
su cuerpo inerte y delicado cayó con fuerza al suelo
golpeando su cabecita idefensa contra lo inevitable.
Sus cabellos, enredados, hondearon por última vez con el viento.
La muerte lamía obscena sus talones,
un temblor azotada sus dedos de porcelana...

No, no, no...
-Susurraba-


No podía ser.




martes, 28 de julio de 2009

El espectáculo va a comenzar



Estimadas presencias,
tras varios días de silencio aprovecho para comunicar a vuestras almas inquietas
que toda ausencia tiene un por qué,
la apertura de un nuevo blog.
Me atrevería a decir que es mi cara más gamberra,
de ahí la ambientación que encontraréis en él.

Es pertinente avisar que no tendrá nada que ver con este espacio de experimentos literarios,
pues la seriedad, en cierta manera,
brillará por su ausencia
y daré rienda libre a la locura que caracteriza a mi perturbada mente.


Os invito pues a disfrutar del espectáculo...



¡¡Pasen y Vean!!


martes, 14 de julio de 2009

Fragmentos I


Era domingo, olía a invierno en las aceras y el gélido viento acariciaba vehemente las mejillas de los pocos transeúntes que habían reunido el valor para salir. Si te esforzabas, casi podías oír al frío colarse tímidamente por las aperturas carcomidas de la ventana... y si cerrabas los ojos...si los cerrabas con fuerza podías tocar el desánimo, el desaliento humano, la vida marchita de unos cuantos.

Una figura de aspecto desmarañado teñía con su mirada las calles de melancolía, emitió un profundo suspiro y pegó su rostro al cristal pintándolo con el denso vaho que salía de su nariz. Sin duda era uno de aquellos días que incitaban al pensamiento fúnebre, catastrófico... al pensar frenético que repasaba los errores imperdonables, las alegrías pasadas y ante todo, las desgracias.
A menudo le decían que se le había apagado la luz de la mirada, y aunque nunca llegó a comprender del todo qué querían decirle con eso se sentía ligeramente ligado a esa descripción. Sus dedos paseaban nerviosos por el lienzo vidrioso, dibujando trazos distraídos escribió la palabra anhelo. Claro, aquello era lo que le encogía el corazón cada mañana al despertar desde hacía mucho tiempo. Molesto por la traición del subconsciente se alejó de la ventana y dirigió sus pasos apresurados a la cocina, donde una tetera chillaba escandalizada. Una buena taza de té tendría que sacudir el frío de sus huesos.






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La imagen la saqué de aquí aunque no sé muy bien de quién es.

miércoles, 8 de julio de 2009

Pensamientos I




Es desdén eso que resbalaba por tus caderas,
rabia incontenida lo que sella tus labios podridos.
Es quizá, indiferencia eso que predica tu mirada de alma pétrea...
O puede que sea maldad lo que destilan tus palabras.

No sé...
Qué puede ser aquello que perfila tus suspiros,
cargados de un desaire dañino que araña mi sueños de citrino.
No sé si podré seguir respirando
ese fuego maldito que abrasa mis anhelos.
Un harén de destellos malvados es lo que mandan los recuerdos del pasado,
una orgía de gemidos fatuos lo que mata ese no sé qué que creí tener entre los dedos.

No sé...
Si habrá un mañana o un después.
No sé ni quiero saber.
Qué es eso que palpita entre los gritos del ayer...
Suena a cráneos rotos
a la espesura tímida de algo que no se debió romper.




martes, 7 de julio de 2009

Retazos VIII



La rabia arrancaba desde lo más hondo de sus entrañas...
pujaba por salir entre alaridos y desgarros


mientras las lágrimas amargas brotaban a borbotones por sus lindos ojos ambarinos.

"Una vez lo tuve todo" se decía entre balbuceos tristes,
"Y no volverá"
El llanto clamaba un fin deleznable para ella,
entre hipidos y ahogos intentaba alcanzar algo que se había esfumado desde hacía mucho tiempo.
Besaba el suelo con su pálida piel, en una incómoda posición fetal
que bien podría recordar a una criatura del Diablo sumergida en formol.
El camisón estaba tan desgastado que se podían adivinar sin esfuerzos
unos pechos voluptuosos y unas curvas dulces y delicadas.

Lo tuvo todo sí, pero como el humo gris de una colilla mal apagada se diluyó
entre las esquinas, empujado por el viento, conviriténdose en la anodina nada que tanto le asustaba.

El perturbador silencio de pronto acompañó la estancia,
la respiración contundente y exajerada que resquebrajaba el alma ya no sonaba.
Miraba perturbada al infinito, como si el último matiz de su cordura
hubiese abandonado su ecléctico cuerpo de ondina.
Con la decisión de un autómata asió con fuerza un cuchillo viejo,
con el mango de madera desgastada por el tiempo,
cerró sus ojos de savia y dibujó a tientas lo que condenaría su espíritu.


Pasaron las horas lentas, tortuosas...y los minutos fueron testigos de aquel
charco carmesí que se formaba en torno a ella.
Sus ojos tristes dejaban escapar unas tímidas lágrimas,
quizá de perdón, quizá de arrepentimiento...
que se mezclaban ávidas con su rubicunda inmundicia.


Un gemido apagado y la sorda nada.





miércoles, 1 de julio de 2009

Retazos VII



Era una mañana de otoño más fría de lo normal, el manto crujiente de hojas
se extendía como una pandemia y el sol había dejado de atosigar a la cansada humanidad.

Había quien tuvo que echar mano obligada a una manta en medio de la madrugada,
atrás quedaron aquellas noches agobiantes envueltas en sudor.
Sin embargo, había algo en todo aquello que se le antojaba inquietante,
olía a muerte por los rincones.

Un tímido vientecillo se colaba por los marcos derruidos de las ventanas,
mientras el penetrante olor del café inundaba ya los pasillos del edificio,
los despertadores chillaban incontrolados,
el dulzón aroma de la mermelada en una tostada con mantequilla lamía cada recodo de la escalera.
A menudo, en esos momentos de fingida paz, cerraba los ojos con fuerza
y aspiraba, reteniendo la bocanada de aire en sus pulmones
carcomidos por la nicotina, saboreando el desayuno de lo predecible.
Pronto las puertas comenzarían a abrirse practicamente a la vez,
los gritos de los niños retumbarían por los pasillos,
las caras cansadas de los padres se reflejarían en el impoluto mármol del suelo...
Los deseos suicidas se elevarían incontrolables.


Resonó el ruido seco de la cerradura,
cediendo ante la obscena llave que urgaba en sus entrañas,
un olor a rancio salió despedido hacia su rostro,
provocando una mueca de desagrado y reproche,
tintando sus ojos castaños de una irremediable preocupación filial.
La voz tan honda y masculina que siempre le había caracterizado rompió el silencio,
cruel se disipó a todas direcciones, pero nunca hubo respuesta.
Dirijió sus pasos disfrazados hacia el cuarto de su madre,
le había dicho treinta veces que ventilara aquel cuchitril.

Con cierto sigilo inusitado susurraba a la oscuridad de la habitación,
empujó la puerta con cuidado y ocurrió.
Una parálisis total de los sentidos, un doloroso cosquilleo de pies a cabeza,
incluso le entumeció los dedos de las manos, las piernas cedieron...
Hincó las rodillas en aquella moqueta vieja y apestosa que tanto había rogado
a su madre que tirara, sus ojos se hacían más y más grandes...
rebasando sus posibilidades.
Y surgió...

El llanto, el llanto desesperado, la incomprensión escapaba entre sus dedos,
un enrevesado nudo amenazaba con ahogarle pronto...
Sentía como si mil flores venenosas se expandieran en su estómago...
arrasando con todo lo que pudiera haber dentro.
Reaccionó, tras dos minutos de shock lo hizo, y se abalanzó agónico hacia el cuerpo inerte
de quien le dio la vida hacía 27 años.

Estaba fría, demasiado, pálida como una muñeca de porcelana,
sumando los trazos de sus rasgos arrugados
apareció una expresión entre la paz y la pena,
como si de pronto, hubiese tenido una reveladora visión
que le había costado exalar triste su último aliento.

El gimoteo de un niño en el cuerpo de un hombre reinaba la habitación,
pronto encontraría el coraje para llamar a la ambulancia.






A lo lejos se oían los lamentos naranjas,
sentía que se le iba a desgarrar el alma...
su esperanza quebrada, su amor marchito...
sentía que, poco a poco, algo se perdía dentro de él.






Las sirenas, las camillas, el ajetreo y de nuevo...

el condenado silencio.