miércoles, 1 de julio de 2009

Retazos VII



Era una mañana de otoño más fría de lo normal, el manto crujiente de hojas
se extendía como una pandemia y el sol había dejado de atosigar a la cansada humanidad.

Había quien tuvo que echar mano obligada a una manta en medio de la madrugada,
atrás quedaron aquellas noches agobiantes envueltas en sudor.
Sin embargo, había algo en todo aquello que se le antojaba inquietante,
olía a muerte por los rincones.

Un tímido vientecillo se colaba por los marcos derruidos de las ventanas,
mientras el penetrante olor del café inundaba ya los pasillos del edificio,
los despertadores chillaban incontrolados,
el dulzón aroma de la mermelada en una tostada con mantequilla lamía cada recodo de la escalera.
A menudo, en esos momentos de fingida paz, cerraba los ojos con fuerza
y aspiraba, reteniendo la bocanada de aire en sus pulmones
carcomidos por la nicotina, saboreando el desayuno de lo predecible.
Pronto las puertas comenzarían a abrirse practicamente a la vez,
los gritos de los niños retumbarían por los pasillos,
las caras cansadas de los padres se reflejarían en el impoluto mármol del suelo...
Los deseos suicidas se elevarían incontrolables.


Resonó el ruido seco de la cerradura,
cediendo ante la obscena llave que urgaba en sus entrañas,
un olor a rancio salió despedido hacia su rostro,
provocando una mueca de desagrado y reproche,
tintando sus ojos castaños de una irremediable preocupación filial.
La voz tan honda y masculina que siempre le había caracterizado rompió el silencio,
cruel se disipó a todas direcciones, pero nunca hubo respuesta.
Dirijió sus pasos disfrazados hacia el cuarto de su madre,
le había dicho treinta veces que ventilara aquel cuchitril.

Con cierto sigilo inusitado susurraba a la oscuridad de la habitación,
empujó la puerta con cuidado y ocurrió.
Una parálisis total de los sentidos, un doloroso cosquilleo de pies a cabeza,
incluso le entumeció los dedos de las manos, las piernas cedieron...
Hincó las rodillas en aquella moqueta vieja y apestosa que tanto había rogado
a su madre que tirara, sus ojos se hacían más y más grandes...
rebasando sus posibilidades.
Y surgió...

El llanto, el llanto desesperado, la incomprensión escapaba entre sus dedos,
un enrevesado nudo amenazaba con ahogarle pronto...
Sentía como si mil flores venenosas se expandieran en su estómago...
arrasando con todo lo que pudiera haber dentro.
Reaccionó, tras dos minutos de shock lo hizo, y se abalanzó agónico hacia el cuerpo inerte
de quien le dio la vida hacía 27 años.

Estaba fría, demasiado, pálida como una muñeca de porcelana,
sumando los trazos de sus rasgos arrugados
apareció una expresión entre la paz y la pena,
como si de pronto, hubiese tenido una reveladora visión
que le había costado exalar triste su último aliento.

El gimoteo de un niño en el cuerpo de un hombre reinaba la habitación,
pronto encontraría el coraje para llamar a la ambulancia.






A lo lejos se oían los lamentos naranjas,
sentía que se le iba a desgarrar el alma...
su esperanza quebrada, su amor marchito...
sentía que, poco a poco, algo se perdía dentro de él.






Las sirenas, las camillas, el ajetreo y de nuevo...

el condenado silencio.


6 comentarios:

  1. Me ha deprimido totalmente. Eso significa que está muy bien descrito.
    Necesito una cerveza muy fría.

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  2. Dios mío que tristeza...que descripción tan sublime del peor momento al que conseguridad se enfrentan las personas.

    He estado unos días sin bloguear (ni por tu blog ni por el mio), pero veo que te estas superando Demencia..curioso, porque demencia es lo único que me rodea últimamente, así estoy, literariamente seco perdido.

    Tu relato actual y los atrasados han sido mi mejor momento del día.

    Gracias

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  3. Gracias Demencia...y sí, tus relatos sí que son tan buenos.

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  4. Vale, veo que has decidido que esto sobreviva.
    Me repito que no ando mu creativo, de la mitad para abajo me gusta, la primera mitad la encuentro algo flojilla. No obstante no esta mal, pero para darte la razon si, puedes hacerlo mejor.
    Asi que ya sabes, a seguir escribiendo!

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  5. condena de neutrino...
    Amanece en su giro traslacional.
    Muy ordenada cadente, me gustó.
    besos volados.

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  6. Nada como la muerte reinante en los marchitos días del otoño que llegará cargado de penuria, pandemia y desolación.

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