domingo, 20 de septiembre de 2009

Fragmentos II



El frío se colaba airoso por la rendija mal cerrada de la ventana,
aquel repentino aliento de invierno se había cernido sin previo aviso sobre la ciudad,
dejando a más de uno con un extraño sabor a inquietud.
Las gotas de la lluvia inminente golpeaban con furia en el aparato de aire acondicionado del vecino,
creando una melodía casi perfecta de pensamientos y susurros.

Una figura distorsionada entre las sombras pegó la nariz al cristal,
el vaho empañaba divertido aquel lienzo transparente,
creando un halo ridículo de vida, una témpera de oxígeno muerto
perfecta para dibujar con el dedo,
que al tacto, se estremecía por la sensación de gelidez
mientras un escalofrío azotaba aquel cuerpo agotado.

Un atisbo de recuerdos atravesó su materia gris,
entumecida por los años de aislamiento voluntario.
Apenas quedaba un reducto de sus facultades sociales,
el habla había quedado relegada al olvido, el trato humano era pura ceniza.
Sin embargo había algo en todo aquello que se le hacía agradable,
obviamente no era su agorafobia, era un tacto fingido a algodón y a terciopelo,
la certeza de que ya nada le afectaba,
de que todo quedaba entre esas cuatro paredes y su persona:
la humanidad ya no podía herirle el alma.

Lleno de orgullo alzó la vista y borró el vaho con la manga del jersey,
la victoria tenía un leve olor a almizcle y caramelo.



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He vuelto, al fin.